La nobleza es hereditaria, pero puede también ser adquirida, sea como retribución de servicios, sea por la adquisición de un feudo noble.
Fue lo que sucedió en gran escala por los fines del siglo XIII.
Numerosos habían sido los nobles muertos o arruinados en las grandes expediciones, entonces muchos se tornaron nobles, hecho que dio origen a una reacción de la nobleza.
La caballería ennoblecía a quien le era conferida.
Y con el correr de los tiempos surgieron los títulos de nobleza, que en realidad fueran distribuidos muy parsimoniosamente.
Podíase adquirir la nobleza, pero también se podía perderla por decadencia, como recurrencia de una condenación infamante.
La vergüenza de una hora borra bien cuarenta años de honra – se decía.
Se extinguía aún por la derogación, cuando un noble confesaba haber ejercido un oficio plebeyo o un tráfico cualquiera.
En efecto, era prohibido salir del papel que le fuera concedido.
Él no debía procurar más enriquecerse, asumiendo cargos que le podrían hacerlo negligente en aquellos a los cuales había dedicado su vida.